Spencer McBride: En mayo de 1842, los muros del Templo de Nauvoo estaban empezando a cobrar forma. Un periódico de Nauvoo que era propiedad de la Iglesia, el Times and Seasons, publicó una notificación diaria optimista del progreso del templo, que decía: “Esta notable edificación progresa con gran rapidez […] y para el próximo otoño se espera ver el edificio techado, e incluso la piedra superior erigida con ‘aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!’”.
Pero como en cualquier gran proyecto de construcción, el Templo de Nauvoo enfrentó retrasos y una serie de obstáculos. Algunos fueron habituales e internos, como problemas de financiación. Otros obstáculos fueron puntuales y externos, incluida la persecución de José Smith y los Santos de los Últimos Días por parte de personas ajenas a Nauvoo. Aunque estas dificultades causaron retrasos en el templo, los santos continuaron la construcción.
En este episodio hablaremos de esas dificultades y de la resultante perseverancia de los santos, ya que ambos aspectos se convirtieron en partes fundamentales de la historia del pueblo de Nauvoo y de la construcción del templo.
Esto es El Templo de Nauvoo: Un pódcast sobre Los documentos de José Smith, y yo soy Spencer McBride, el presentador.
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Spencer: Episodio 4: Obstáculos
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Spencer: Desde la fundación de la Iglesia en 1830, José Smith había soñado a lo grande. Aparentemente, esto se debió a una necesidad pragmática: congregar a miles de personas en una comunidad de creyentes requiere el diseño de ciudades, y el diseño de ciudades requiere una gran planificación.
Pero la escala de los planes y proyectos de José Smith a lo largo de su vida se pueden explicar también por su función profética. Él creía que en su función como profeta y Presidente de la Iglesia, en definitiva, estaba edificando el Reino de Dios en la tierra como preparación para la segunda venida de Jesucristo. Esta era una gran obra, una que requería razonamiento y planificación a gran escala.
El diseño del Templo de Nauvoo correspondía a una edificación grande, con toa seguridad, la más grande erigida a lo largo del río Misisipí en aquella época y tal vez la más grande de esa región del país. Pero ¿cómo iba a pagar la Iglesia su construcción? Para entender esto, debemos comprender los principios y las prácticas de los primeros Santos de los Últimos Días en cuanto al diezmo.
Para ayudarnos con esta cuestión, hablé con Jeffrey Mahas, un historiador del proyecto Los documentos de José Smith.
Jeffrey Mahas: La manera de financiar una obra enorme, tal como la construcción de un templo, era algo que la Iglesia había enfrentado durante mucho tiempo. Para entenderlo, es necesario remitirse a Kirtland, Ohio, cuando los santos realmente lidiaron con este problema por primera vez. Allí, los santos a cargo de la construcción del Templo de Kirtland, y en particular José Smith, contrajeron una deuda enorme para financiar la estructura. No tenían muchos recursos propios, así que incurrieron en cuantiosas deudas que los persiguieron el resto de su vida. Los santos de Kirtland también habían contribuido considerablemente con tiempo, mano de obra y recursos a la construcción del Templo de Kirtland, pero las deudas asociadas a ese proyecto de construcción influyeron en la manera en la que José y otros líderes de la Iglesia asumieron la construcción del templo en Nauvoo. Así que, después del Templo de Kirtland, al avanzar en proyectos de otros templos, José Smith y los santos tenían la impresión de que no debían hacer lo mismo. Y en efecto, en abril de 1838, cuando José comenzó a contemplar la construcción de un templo en Far West, Misuri, recibió una revelación del Señor en la que se le decía que no incurriera en deudas para construir el templo. Pero esto genera una pregunta: ¿cómo iban a financiar los santos la construcción de una estructura monumental? ¿Cómo iban a hacerlo? No tenían mucho dinero ni tenían muchos recursos. Pero un par de meses después, la respuesta llegó por revelación: el principio del diezmo.
Spencer: Pero, como Jeffrey explica, el diezmo para los Santos de los Últimos Días en las décadas de 1830 y 1840 representaba algo diferente de lo que tenemos hoy.
Jeffrey: El diezmo en 1838 era mucho más complicado de lo que pensamos ahora. Por cuanto podemos entender del funcionamiento de este principio, los santos habían recibido la instrucción de consagrar todo lo que tuvieran a los obispos de la Iglesia y estos, a cambio, les darían una mayordomía, un terreno o propiedad proporcional a lo que pudieran trabajar. Los santos debían mejorar esa mayordomía. Se aplicó un interés aproximado del 6 % (esto representaba la ganancia o el incremento de su mayordomía) y se esperaba que entregaran el 10 % del 6 % de la donación original. Si suena complicado, es porque lo es. En tan solo uno o dos meses, muy poco tiempo, ese sistema de diezmos se vino abajo en Misuri e intentaron basarse en otros medios para que la Iglesia y la construcción del templo siguieran adelante.
Spencer: Por supuesto, esto es lo que sucedía en Misuri. Una vez que los santos comenzaron a establecerse en Illinois como refugiados religiosos, examinaron de nuevo su planteamiento del diezmo.
Jeffrey: Se remitieron a la revelación sobre el diezmo, pero esta vez decidieron que iban a intentar hacer algunos ajustes al sistema para que resultara un poco más manejable. En vez de consagrar a la Iglesia todo lo que poseía, cada Santo de los Últimos Días debía dar a la Iglesia el 10 % de todo lo que tuviera al comienzo de la construcción para financiar el edificio, y luego, cada año subsiguiente, debía dar el 10 % de su incremento.
Spencer: Pero la forma de pago también se diferenciaba considerablemente del diezmo actual en su mayor parte.
Elizabeth Kuehn: El diezmo en Nauvoo era muy diferente en el sentido que, usualmente, se pagaba con bienes. A veces llamado “diezmo en especie”, solía incluir ganado y artículos domésticos, a veces ropa y, otras veces, artículos de mayor valor, como relojes, pistolas o rifles.
Spencer: Quien habla es Elizabeth Kuehn, otra historiadora del proyecto Los documentos de José Smith.
Elizabeth: Una de las cosas que se debe entender de Nauvoo es que tenían una economía con escaso dinero en efectivo. Esta no era una zona en la que hubiera una moneda corriente disponible o circulando en la comunidad, así que los intercambios constituían una gran característica de la comunidad local, y esto también se aplicaba al diezmo. A menudo no se contaba con dinero, que en aquellos tiempos consistía sobre todo en monedas de oro y plata o billetes. Lo que se tenía, tal vez, eran los productos de la huerta, el ganado que se criaba o, tal vez, algo hecho por uno mismo y que se podía entregar como diezmo.
Spencer: Nauvoo no era el único lugar desprovisto de efectivo; todo el estado de Illinois experimentaba una escasez de dinero.
Jeffrey: Algo que es importante recordar es que, aparte de la relativa pobreza de los santos en general, el país seguía sufriendo el pánico financiero de 1837. Y los efectos negativos de ese enorme pánico financiero aún seguían sacudiendo la nación durante la década de 1840. Por ejemplo, en Illinois, en 1842, desapareció el Banco Estatal de Illinois, y con él la principal entidad financiera de aquel estado. Frente a esto, José Smith fue muy franco con sus acreedores y con otros agentes financieros que tenía, y lo reconoció diciendo: “No tenemos dinero, no hay dinero en Nauvoo ni en Illinois”. En los momentos más difíciles, José admite que sobreviven gracias a los intercambios. Y esto resulta muy evidente cuando estudiamos los registros financieros. Ocasionalmente se ven circulando billetes o monedas de oro y plata, pero, en general, todas las operaciones se hacen por trueque, intercambiando bienes y servicios por otros bienes y servicios. Y es así precisamente la manera en que los santos contribuyen al templo.
Spencer: De hecho, un anuncio publicado por los editores del periódico de la Iglesia, el Times and Seasons, indicaba que los dos dólares de suscripción al periódico también podía pagarse con leña.
Si bien el hecho de que los Santos de los Últimos Días pagaran el diezmo en una época de pobreza demuestra su compromiso con la construcción del templo, los bienes que donaban no siempre eran los que el comité del templo necesitaba.
Jeffrey: Los santos, en su pobreza, daban lo que podían, pero, por supuesto, donaban los artículos que representaban algún lujo del que se podían desprender más fácilmente. Por esta razón se recibían muchos objetos como relojes, armas y diversos artículos no esenciales. Esto se convirtió en un problema para el comité del templo, porque las personas se deshacían de esos artículos porque eran objetos de lujo y, por lo tanto, eran difíciles de intercambiar, así que no se podía hacer mucho con ellos.Por esta razón, la oficina de diezmos administrada por el comité del templo comenzó a pedir encarecidamente a los Santos de los Últimos Días que donaran algo que se pudiera usar de inmediato, y particularmente grano, animales y víveres que pudieran utilizar para pagar a sus trabajadores. Sabemos que a la gran mayoría de obreros que recibían una remuneración por trabajar en el templo se les pagaba con grano, o con partes de una vaca o de un cerdo. Se les pagaba con las necesidades básicas que podían obtener para alimentar a una familia.
Spencer: De manera más jocosa, Elizabeth explica que el pago del diezmo en ganado solía presentar algunos problemas peculiares.
Elizabeth: En el verano de 1842, se publicó en uno de los periódicos locales, The Wasp, un anuncio del encargado de la oficina del fideicomiso. José Smith era el fideicomisario de la Iglesia y, como tal, supervisaba todos los aspectos financieros, pero los delegaba en secretarios para que lo ayudaran. En este contexto, uno de los secretarios escribió en nombre de José, solicitando que si alguien había visto la vaca donada por el Dr. Lenox Knight, la devolviera a la oficina de diezmos porque se había escapado. Es curioso el hecho de que el diezmo pueda levantarse e irse. Creo que es algo bastante extraño, para la mayoría de los miembros de hoy en día, que el diezmo se pagara con vacas, gallinas o cerdos. Aparentemente, en el verano de 1842 hubo un defecto en la cerca del corral y frecuentemente se perdieron diezmos, bien porque se los robaron, bien porque, simplemente, se escaparon.
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Spencer: El diezmo en Nauvoo no se limitaba a contribuciones en forma de dinero y bienes. En la década de 1840, los líderes de la Iglesia también recurrieron a lo que llamaron diezmo en mano de obra.
Elizabeth: En febrero de 1841, muchos hombres de Nauvoo habían comenzado a donar su tiempo en vez de sus bienes. Así que el diezmo en mano obra es la evolución de la donación de trabajo en el templo, en vez de pagar con dinero o bienes. Parece que, con el paso del tiempo, esta práctica se normalizó y se convirtió más bien en una especie de requisito, así que el registrador del templo asignó el valor fijo de treinta y un dólares anuales a esa mano de obra.
Con el tiempo, se esperaba que los Santos de los Últimos Días en Nauvoo pagaran sus diezmos con mano de obra, así como con bienes. Los hombres trabajaban en el templo uno de cada diez días, es decir, un diezmo de su trabajo. Muchos de los miembros que vivían demasiado lejos de Nauvoo como para trabajar en el templo estaban deseando contribuir como pudieran. A menudo, los misioneros enviaban o llevaban donaciones de miembros de la Iglesia de los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña.
Elizabeth: En junio de 1842, Erastus Snow, quien era un misionero en la región de Salem y Boston, en Massachusetts, envió donaciones a la Iglesia en Nauvoo y en su carta escribió: “Los santos de Salem son casi todos mecánicos. Son tiempos muy tranquilos y es imposible que la clase trabajadora pueda aportar dinero, pero si pudieran ir a trabajar en el templo, o dar aquellas cosas que reciben por su trabajo, lo harían gustosamente. De todos modos, como todo ayuda, por poco que sea, envío lo poco que tengo y se ha prometido enviar considerablemente más en el futuro, cuando se recoja”. Entre las donaciones mencionadas en la carta del hermano Snow había seis cucharas de plata donadas por una mujer llamada Clara Homiston. Ella no tenía mucho dinero, pero ofreció lo que tenía; su donación se valoró en tres dólares. Se puede ver el entusiasmo por donar todo lo que pudieran, aunque fueran tan solo unas cucharas de plata.
Spencer: El pago del diezmo, tanto en dinero y bienes como en mano de obra, era administrado por el comité del templo. El comité no solo administraba las donaciones recibidas, sino también cómo se utilizaban para hacer avanzar el trabajo del templo.
Elizabeth: Los bienes donados al templo podían destinarse, en algunos casos, directamente a alimentar o vestir a los trabajadores. Los registros que tenemos indican que a menudo se sacrificaban animales y luego la carne se podía dividir entre los trabajadores del templo. Por supuesto, también se donaban objetos más de lujo, como relojes o tal vez ropa de mejor calidad, que se podían vender para obtener beneficios que luego se usaban para comprar materiales de construcción o para cubrir otras necesidades del templo.
Spencer: La administración del diezmo era muy importante para la construcción y las entradas y salidas de las donaciones tenían un efecto inmediato en el progreso del templo.
Elizabeth: Los esfuerzos de construcción del templo dependían mucho de esto y de los recursos que se podían obtener de esta manera. ¿Hay piedra adecuada? ¿Hay madera adecuada? ¿Hay suficientes trabajadores? Y así, en muchas ocasiones, era un proceso que se iniciaba y se detenía, en vez de la obra continua que creo que José Smith y otros líderes de la Iglesia deseaban que fuera. Algunas veces el clima interfería y otras veces no había medios para continuar con el trabajo, y sabemos que hubo largos retrasos, hubo pausas.
Spencer: En nuestra conversación, Elizabeth compartió muchos relatos de Santos de los Últimos Días que se sacrificaron inmensamente para ayudar a construir el templo. Uno de ellos es particularmente emotivo.
Elizabeth: Tal vez la historia más conmovedora con la que me he encontrado en mi investigación es la de Hannah Tinkham, quien dio hasta su último centavo al momento de su muerte para la construcción del templo. En el verano de 1844, Hannah viajó con un grupo de santos hacia Nauvoo. Era una mujer de cuarenta y siete años que venía de Nueva York, tal vez tejedora de oficio, y durante el viaje a Nauvoo cayó enferma (posiblemente con malaria) y fue poniéndose cada vez peor. Llegaron a Nauvoo y, dos semanas más tarde, Hannah falleció en la casa de una viuda, Sally Murdock. En el Libro de la ley del Señor, que da cuenta de este relato, se dice que Hannah “falleció firme en la fe y que a menudo expresaba su gozo por que se le permitiera sepultar su cuerpo con los santos en este lugar”. Era tan ferviente su deseo de congregarse en Nauvoo, que se alegraba de ser sepultada allí. Normalmente, una historia como la de Hannah no se incluiría en las entradas correspondientes al registro de diezmos. Sin embargo, ella había hecho una petición específica a sus compañeros de viaje, de que “en caso de que muriera, se aseguraran de que su dinero y efectos, después de pagar sus gastos funerarios, se pusieran en manos del fideicomisario para la construcción del templo”. Sus deseos se cumplieron y todas sus posesiones se entregaron al comité responsable de la construcción del Templo de Nauvoo. El escribiente Willard Richards registró diligentemente cada uno de los objetos que pertenecían a Hannah y su valor en el Libro de la ley del Señor, y precisó que sus posesiones se “registraron como una consagración y donación para el propósito previsto”. Sus posesiones, que incluían una variedad de prendas de vestir, artículos del hogar y herramientas para tejer, así como un caballo, fueron valoradas en 159 dólares, además de 145 dólares en monedas de plata y oro, por un valor total de 304 dólares. Era una suma considerable para la época y no solo representaba todo lo que Hannah podía ofrecer al Señor y a sus hermanos de la Iglesia materialmente, sino que también representaba su testimonio y compromiso con el Evangelio restaurado. Poseía lo suficiente y lo dio todo.
Spencer: La gente podría pensar que un libro de contabilidad de los diezmos no es una fuente histórica particularmente apasionante, pero la historia de Hannah se ha conservado gracias a los registros de donaciones para el Templo de Nauvoo. Únicamente gracias a este registro, su compromiso con el templo y la restauración del Evangelio se ha preservado para los historiadores. Sin este registro, gran parte de la historia de Hannah se habría perdido.
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Spencer: Elizabeth menciona varias dificultades posibles que hicieron que el progreso de la construcción del templo fuera muy lenta. Por supuesto, algunos obstáculos impidieron la construcción más que otros. Y, al parecer, el año 1842 estuvo colmado de esas dificultades. Jeffrey Mahas lo explica:
Jeffrey: Uno de los años más duros en Nauvoo fue 1842. A comienzos del año, se revelaron al público las vilezas de John C. Bennet en la ciudad y todos los delitos que había estado cometiendo. Tuvieron lugar su excomunión y su destitución como alcalde, y se produjo una especie de guerra pública en la que se atacaba la figura de Bennet en los periódicos de José y de los santos, y Bennet respondía a su vez en el Sangamo Journal y otros periódicos, atacando a José Smith y a los santos. En medio de todo esto, Lilburn Boggs, exgobernador de Misuri, recibió un disparo por parte de un atacante desconocido.
Spencer: Los santos de Nauvoo y Boggs, el hombre que había ordenado su expulsión de Misuri bajo la amenaza de exterminio autorizada por el estado, no se soportaban. Así que cuando llegó a Nauvoo la noticia de que Boggs había sido asesinado, no hubo luto en la ciudad. Sin embargo, aquella noticia resultó ser prematura. Boggs había recibido un disparo por parte de un atacante desconocido, pero el exgobernador sobrevivió, y entonces comenzaron los rumores.
Uno de los hombres que comenzó los rumores fue John C. Bennet, quien (después de haber sido excomulgado por inmoralidad ese mismo año) se había dedicado a oponerse a José Smith y la Iglesia.
Jeffrey: John C. Bennet y otras personas afirmaban que José había ordenado el asesinato de Boggs. El mismo Boggs creyó esos rumores e hizo una declaración jurada en la que declaraba que José Smith fue cómplice instigador de aquel intento de asesinato. El gobernador de Misuri pidió al gobernador de Illinois que arrestara a José Smith.
Spencer: Misuri ya había intentado pedir la extradición de José Smith. En 1840, los funcionarios de Misuri habían vuelto a presentar cargos en contra de José Smith que habían sido desestimados previamente por el tribunal estatal y pidieron a Illinois que extraditara a José a Misuri y que lo enviara a comparecer de nuevo en un juicio.
¿Qué relación tiene esto con la construcción del Templo de Nauvoo? Todo este tumulto en la vida de José Smith y de los santos dio como resultado el lento progreso de la construcción del edificio sagrado.
Jeffrey: Con esta guerra pública de acusaciones entre Bennet y José y con la amenaza de extradición, muchos de los santos estaban desanimados, comenzaban a no estar seguros de si la Iglesia se recuperaría de esa época tan oscura. Así vemos en los registros que hubo una disminución en el diezmo que los santos entregaban y vemos que el comité del templo comenzó a rogarles que no los abandonaran. Sabían que las cosas eran difíciles en aquel momento, pero les prometían que conseguirían resistir esos días.
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Spencer: Vamos a hacer una breve pausa en la historia del intento de Misuri de extraditar a José Smith. Aunque José se vio forzado a esconderse una y otra vez, participó en las decisiones tomadas por los líderes de la Iglesia sobre cómo usar el templo, incluso cuando todavía estaba en construcción. Por supuesto, la pila bautismal del sótano ya se había dedicado y se estaba utilizando. Sin embargo, en septiembre de 1842, cuando comenzaba el otoño, José Smith y otros líderes de la Iglesia tenían en mente el templo para resolver otro problema apremiante.
En esa época, los Santos de los Últimos Días todavía no construían centros de reuniones y capillas. Si el clima era bueno, se reunían al aire libre, a menudo en una arboleda junto al solar del templo; pero si hacía mal tiempo, se veían obligados a reunirse en grupos más pequeños, en hogares individuales. José Smith y otros deseaban encontrar una manera en la cual los santos de Nauvoo pudieran reunirse en un grupo grande, aunque ya hubiera comenzado a hacer frío.
La solución que se les ocurrió fue la de poner un piso provisional en el templo. De esta manera, en octubre de 1842, sin techo sobre el templo y con unos muros erigidos que solamente medían entre 1,2 y 3,7 metros (4 y 12 pies) de altura, la Iglesia instaló un piso provisional y los miembros pudieron seguir reuniéndose en un gran grupo, protegidos de los fríos vientos.
Pero el piso no tenía bancas, así que ir a las reuniones en Nauvoo en aquella época era algo un poco inusual. Hombres, mujeres y niños tomaban sillas, bancos y taburetes de sus casas y los llevaban al templo.
Charlotte Haven, quien vivía en Nauvoo y no era miembro de la Iglesia, describió esta escena en una carta a su madre: “Sé, querida madre, que estarías muy entretenida si pudieras ver desde la ventana de nuestro salón a la gente que pasa por aquí al regreso de su adoración en el templo. Ya que el edificio no tiene techo ni piso, la predicación solo se lleva a cabo en los domingos cuando hay buen tiempo. Por eso colocan tablones sobre los travesaños y algunas tablas se ponen a manera de asientos, pero no bastan para la mitad de las personas, así que hombres, mujeres y niños llevan consigo sillas bancos, taburetes, etcétera. Ahora vienen de regreso”.
Pero creo que esto es algo más que una anécdota divertida acerca de los servicios de adoración en el inacabado Templo de Nauvoo. Creo que muestra cómo José y otros líderes de la Iglesia resolvieron algunos de los obstáculos y problemas que surgieron, y cómo buscaban soluciones pragmáticas para los problemas cotidianos. Si los miembros de la Iglesia necesitaban un lugar para sentarse en las reuniones de la Iglesia, la solución era pedirles que trajeran sus propios asientos.
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Spencer: Ahora regresemos al segundo intento de Misuri de extraditar a José Smith. Los oficiales acosaban a José Smith, quien se veía forzado a esconderse por su seguridad. José sabía que si regresaba a Misuri, era hombre muerto; si no lo ejecutaba el estado, lo haría un populacho. Algunas veces, José se escondió en casa de amigos en Nauvoo; en otras ocasiones, simplemente se marchó de la ciudad. Por ejemplo, encontró un refugio temporal a unos ochenta kilómetros (cincuenta millas) al norte del río Misisipi, en la casa del padre del apóstol John Taylor.
Por muy difícil que fuera ese momento para José, obtuvo claros beneficios de esas pruebas.
Jeffrey: Durante todos esos meses, José pasó mucho tiempo en silenciosa contemplación. Meditaba sobre su vida y sobre sus amigos. Tenemos hermosas bendiciones que él dictó a sus escribientes acerca de su familia, sus amigos y todas las alegrías y bendiciones que él deseaba para ellos. José también pasó mucho tiempo meditando acerca del templo. La ordenanza de los bautismos por los muertos se había dado a conocer varios años antes, pero ahora que José estaba escondido, tenía mucho tiempo para realmente meditar, preparar y formalizar esas ordenanzas. Y por eso tenemos las hermosas cartas que se encuentran actualmente en Doctrina y Convenios, en las que José habla acerca del triunfo promisorio de la Iglesia, del triunfo del Evangelio, y también da instrucciones sobre asuntos muy prácticos, acerca de cómo efectuar estas ordenanzas de la manera correcta.
Spencer: ¿Recuerdan, en el episodio 3, cuando hablamos acerca de la evolución de los bautismos por los muertos, y particularmente sobre el registro de los bautismos? Esas fueron las circunstancias en las que dichas instrucciones se dieron.
Y en esas circunstancias José instó a los santos a tener más valor y optimismo. Les escribió: “Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría!”.
José era optimista y creía que, si él y sus hermanos miembros de la Iglesia permanecían fieles y leales a su causa, aquellas pruebas se resolverían con la ayuda de Dios.
Posteriormente, a finales de 1842 y comienzos de 1843, José Smith se vio aliviado de los intentos de Misuri de extraditarlo.
Jeffrey: Después de varios meses, José pudo obtener asesoramiento legal por parte de Justin Butterfield, un importante abogado de Chicago, quien después de hablar con el gobernador Ford y otras personas en Springfield, Illinois, le indicó a José que podía comparecer ante una audiencia justa en la capital del estado si se sometía al arresto. José se entregó a uno de sus amigos para que lo arrestara y fue llevado a Springfield, donde compareció en audiencia ante el juez federal Nathaniel Pope, quien destrozó por completo la declaración jurada de Lilburn Boggs que había puesto en marcha el intento de extradición; afirmó que era una farsa, que no había ningún fundamento jurídico para lo que trataban de decir o hacer, y que no se habían presentado pruebas, que no había nada. Pope retiró los cargos contra José, que quedó libre. Este fue tal vez uno de los momentos más celebrados de la vida de José en aquella época. Se compusieron canciones y se celebraron fiestas. En la mente de José y de los Santos de los Últimos Días, fue una reivindicación de todo lo que habían sufrido durante los últimos años. Es difícil exagerar la infusión de esperanza que sintieron con la victoria legal de Joseph. Un fuerte sentido de optimismo emana de los documentos que se conservan de aquel momento. Uno de los secretarios de José, Willard Richards, escribió: “El presidente Smith y toda la Iglesia jamás han tenido una perspectiva tan buena frente a ellos como en este momento”.
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Spencer: En enero de 1843, el futuro de Nauvoo parecía resplandeciente y el corazón de aquel resplandor futuro era el templo.
Y aunque las dificultades pronto volverían a la vida de José y a la vida de los Santos de los Últimos Días en Nauvoo, la ciudad continuó creciendo y el templo continuó erigiéndose. Aunque aún se tardaría un tiempo en finalizar el templo, José Smith comenzó a revelar mucho más acerca de las ordenanzas que se efectuarían en él, ordenanzas que, tal como declara una revelación de 1841, serían un componente clave en la restauración de “la plenitud del sacerdocio”. ¿Cuáles fueron esas ordenanzas y a quién se las presentó José por primera vez? Profundizaremos en estas preguntas en el próximo episodio de El Templo de Nauvoo: Un pódcast sobre Los documentos de José Smith.